Jordi Santamaría

Director del Área Humanidad

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LinkedIn: la red social más humana

Suena Experience de Ludovico Einaudi. Me gusta escuchar la música de este compositor y pianista para relajarme y viajar hasta lo más profundo de mi ser. Por eso, para escribir este artículo me he puesto esta canción de fondo. Porque quiero escribir sobre la red social más humana que tenemos hoy en día en el panorama digital. Esa no es otra que LinkedIn.

Ante todo, quiero aclarar que a mí, dicha red profesional, no me regala su versión Premium para hablar bien de ella. Además, no soy influencer, por lo que no tengo ningún interés económico ni escondido en humanizar LinkedIn. Simplemente, me apetecía usar este espacio para destacar esta importante característica de una plataforma que ha crecido mucho en los últimos años y no por casualidad.

La cuestión es que LinkedIn está haciendo las cosas bien. Hecho que no implica que el resto de las plataformas (Twitter, Instagram, Tik Tok…) no lo hagan. Pero, quizá, el propósito de LinkedIn me despierta más interés que el del resto.

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¿Por qué LinkedIn está haciendo las cosas bien?

Seguramente, muchos me dirán que el respeto que se respira en LinkedIn es debido al interés profesional de las personas que estamos en ella. Que, a diferencia de Twitter, no debemos meternos con nadie (¡qué triste escribir esto!) o que no podemos mostrar nuestra ociosa vida de postureo, como en Instagram, porque esto nos influiría negativamente. Y tienen razón.

Sin embargo, escribiendo este artículo con Experiencie en bucle me he dado cuenta de algo: quienes están haciendo las cosas realmente bien son los usuarios de LinkedIn. Ellos, nosotros, somos los responsables de que un canal coja una dinámica u otra. Porque los algoritmos son importantes, pero no pueden estar por encima de nuestras actitudes y acciones.

Con ello, quiero decir que si consideramos LinkedIn un espacio más respetuoso, amable, empático y cercano es porque los usuarios lo hemos hecho posible. Al final, una red se nutre de nosotros; de nuestras publicaciones, comentarios y reacciones. De un engagement sano. De un saber estar o estar por estar. Por eso, la red profesional por excelencia, el mantra que siempre se repite, podría pasar a ser el de la red social más humana. Porque es en ella donde los valores de las personas están saliendo a relucir.

Quizá esta postura que tomamos en LinkedIn sea la que nos haga recuperar la confianza en las plataformas digitales, las cuales han perdido credibilidad en los últimos años debido a las fakenews, la imagen superflua y el vertedero en el cual se han convertido.

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Por tanto, aprovechemos esta red para transmitir virtudes humanas, ser más personas y comunicar todo aquello que despierta el interés de usuarios y marcas de una manera auténtica y asertiva. Construyamos un mundo (también el laboral) mejor, compartiendo todo aquello que nos hace más humanos.

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¿La comunicación es un gasto o una inversión para las empresas?

Efectivamente. Invertir en comunicación es un gasto innegable. Primero, porque requiere de una inversión económica inicial con la incertidumbre (ay, la incertidumbre, qué mal la llevamos los seres humanos) de si habrá un retorno. Y segundo, porque por mucho que haya un retorno, la comunicación, quizá, seguirá siendo un gasto. Esto último, claro, si solo tenemos una visión económica de nuestra organización.

Esta reflexión que ahora mismo me hallo escribiendo, nace a raíz de un debate que suelen plantearse los responsables de las compañías en algún que otro momento. Sobre todo, en estos tiempos que corren, en los que la comunicación digital forma parte, no de nuestro día a día, sino casi de nuestro minuto a minuto. Del de todos.

Prosigo. Pongamos que nos encontramos en una reunión de directivos de una empresa, los cuales tienen que decidir si destinarán una partida económica para cambiar la estrategia comunicativa de la marca. Existen varias posturas. Los que ven clarísimo que hay que poner dinero en algo tan imprescindible, otros más escépticos que dudan y los que no entienden qué beneficio les reportará. O más bien al revés, solo visualizan pérdidas.

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¿Por qué gastar en comunicación? Relato de una empresa

Parece difícil que de esta reunión pueda salir algo claro. La compañía funciona perfectamente, está muy bien valorada entre los ciudadanos y además cada año mejora sus números. Entonces, ¿para qué gastar en comunicación?, le preguntan unos a otros. “Nos conocen, nos quieren y nos compran”. Reafirman los mismos con contundencia. Y es en este momento en el que las razones deben salir a flote. El momento en el que los que abogan por proyectarse comunicativamente deben explicar bien cuál es el origen de su posicionamiento. Y uno de ellos, se lanza:

“Entiendo perfectamente vuestra postura. Es más, la podría defender con el convencimiento de que nuestra compañía seguiría igual o mejor cada año. Somos una marca histórica que se ha ganado con esfuerzo, cariño y dedicación todo lo que ha creado y sigue creando. Por ejemplo, generamos muchísimo trabajo, tanto directa como indirectamente. Además, nuestros empleados muestran unos estándares de satisfacción bastante altos. Sobre todo, desde que estamos implicándolos en las nuevas acciones sostenibles y sociales que hemos incorporado los últimos tiempos. Realmente, estoy casi convencido de que invertir en comunicación no es necesario.

No creo que nos proporcione muchas más ventas y quizá ni así compensamos el coste de la inversión. Pero digo casi porque hay una razón que sí me motiva muchísimo a comunicar lo que somos. Es, simplemente, por todo que acabo de decir. Tal cual. Nuestra historia, nuestra manera de hacer, nuestra calidad, nuestras acciones positivas hacia las personas y el planeta. ¿De verdad no os parece suficiente razón para que mucha gente sepa que existe una manera de hacer las cosas que suma? Nosotros, que tenemos una seguridad económica altísima, nos podemos permitir sensibilizar sobre nuestros valores y nuestro propósito. Sobre todo, sobre aquello que creamos que puede concienciar a la sociedad para que esta sea más justa. Para mí, este sueldo emocional es un retorno incalculable que, con una visión puramente económica, es imposible de valorar. Os invito a pensar en ello. En la satisfacción de poder decirle al mundo que estamos orgullosos de ser como somos y de hacer lo que hacemos. No por ganar más dinero, sino por el simple hecho de transmitir un mensaje humano al mundo, por mucho que nuestras cuentas lleguen a disminuir”.

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Y así fue como una compañía de cuyo nombre no puedo acordarme, decidió destinar una partida económica para elaborar una estrategia de comunicación centrada en proyectar su misión, alejándose del objetivo de incrementar sus ventas. Y, paradójicamente, así fue como esta misma empresa, en unos meses, mejoró aún más su reputación social, implicó a personas en acciones solidarias y, además, mejoró sus números.

¿De verdad no vas a invertir en comunicación?

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Cómo enamorar a tus públicos a través de la comunicación corporativa

Hoy es San Valentín. Un día en el que gran parte del mundo (el real y el digital) se recuerda lo mucho que se quiere y lo que esa media naranja significa para él. Siempre es bello y positivo que el amor irradie nuestra existencia y todavía más a nivel global. Seguro que, aunque sea durante este 14 de febrero, todos somos un poco mejores, porque cuando comunicamos emociones positivas siempre se generan sensaciones que nos hacen más humanos.

Dicho esto, vamos con la crítica. No la crítica al enamoramiento, ni al amor (cuán importante es tener claro que estos dos términos no significan para nada lo mismo), ni a las relaciones de pareja (hoy en día concebidas en varios formatos, más allá de la tradicional familia). Vamos a aprovechar, desde estas líneas, para meter el dedo en la llaga en la manera en la que las organizaciones gestionan la comunicación para atraer a sus públicos, más allá del día de San Valentín, claro.

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Para entender fácilmente en qué quiero centrarme, es importante que aclare la diferencia existente entre el enamoramiento y el amor. Entre el flechazo irracional e inexplicable y la conexión madura y repleta de sentido común. Es cierto que ambas fases tienen un gran mérito, ya que es de valorar que una marca consiga, sin ser nada, tener la atención de un público que, además, cada vez tiene más inputs y ofertas.

Por eso, no quiero desprestigiar cualquier acción comunicativa inicial de captación de públicos, ya que tiene un arduo trabajo detrás. Pero no considero relevante centrarme en ello, porque se trata de una acción que las empresas dan por hecho que deben hacer, que se la tienen que trabajar y que están altamente ilusionadas en lanzar una campaña de salida que tenga un gran éxito y consiga ser viral.

Todo eso está muy bien, pero creo que puedo aportar más si pongo el foco en otra comunicación. En la del día a día. La constante. La regular. Aquella que no tiende a bajar los brazos y que si los baja, encontrará algún momento para volverlos a levantar. Esta es la comunicación que tiene que ver con el amor, que es, como comentaba más arriba, la madurez del enamoramiento. Una madurez que, a menudo, las marcas olvidan, ya sea por desconocimiento, dejadez o por poca empatía. Hay varios motivos para caer en el error de que, con el enamoramiento, con ese flechazo inicial, ya se tiene enamorado al público de por vida. Y aquí radica mi crítica.

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Y aquí mi posible solución. Para tener enamorados a diario a tus públicos como el primer día es importantísima esta receta:

  1. Escucharlos, no sólo pedir que te escuchen.
  2. Interesarse por sus gustos, problemas y virtudes.
  3. Aceptar sus críticas.
  4. Hablarles desde la parte adulta, y no tratarlos como niños ni tampoco como si siempre tuvieran la razón.
  5. Ser detallista con ellos, y no solo en días puntuales como hoy, San Valentín.
  6. Ser agradecido con sus gestos y acciones hacia nosotros.
  7. Entender que pueden tener épocas en las que se alejen de nosotros y se acerquen a otras marcas. Fuera rencores y comparaciones.
  8. Hacer cosas juntos, más allá de lo digital.
  9. Ser transparente cuando haya cambios.
  10. Asumir los errores.

Con estos diez aspectos, y seguro que alguno más, una marca podrá conseguir una relación de amor sana y fuerte con sus públicos. Porque, al final, más allá de la originalidad comunicativa y de las grandes palabras, lo que las personas queremos es sentirnos cuidados de manera constante. Y esto, que es la base del amor, solo se consigue con una actitud proactiva que nos lleve a ocuparnos a diario de esas personas tan importantes que dan un gran sentido a nuestra existencia.

Por eso, para enamorar a tus públicos, hay que currarse el amor, es decir: construir a base de trabajo un discurso con ellos y para ellos que sea capaz de mantener esa pequeña ilusión que mantiene una relación que a los dos aporta un beneficio que es difícil de romper. Al final, como casi todo en esta vida, se trata de hábito, hábito y más hábito.

Dicho esto, os deseo que tengáis muchos enamoramientos, pero sobre todo, un exceso de amor. Un sentimiento o, más bien, una manera de entender las relaciones humanas que nunca sobra. Incluso quizás no es que sobre, es que realmente falta en un mundo, también el comunicativo, en el que a veces pensamos que el quererse se da por hecho, pero este debe demostrarse continuamente. Sin necesidad de grandes acciones vacías de interés. Más bien al contrario: pequeños gestos llenos de verdad.

Mucho amor.

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Nuevos retos: Comunicar hacia dentro para comunicar mejor hacia fuera

Con el nuevo año, los humanos solemos hacer aquello tan clásico y masticado de proponernos nuevos retos (o los mismos de siempre, vaya). Creemos que es un buen momento para iniciar hábitos o acciones que nos pueden convenir, algo de lo que permítanme que me regale el beneficio de la duda. Más que nada, porque tengo la sensación, quizá por propia experiencia, que el mejor momento para iniciarse en algo es cuando uno lo siente, no porque un factor externo (en este caso el cambio de año) nos invite a ello. Sea como fuere, la cuestión es que nunca está de más reflexionar sobre lo que uno puede pulir, mejorar, quitar o incorporar a su vida. También para las empresas, claro, que al final, no nos olvidemos, son una suma de personas. Es importante que lo tengamos en cuenta. Más de lo que pensamos.

Volviendo al tema de los retos, una pequeña anécdota personal para situarnos. Hace casi cuatro años, un amigo me pidió que diera el discurso de su boda. Encantado, acepté el desafío. Como no soy de aprovechar estas situaciones para dar sermones tópicos y típicos, fui pensando qué podía decir que fuera útil para los afortunados y también para los allí presentes. Realmente, no me costó mucho llegar a una clara conclusión: la comunicación. La comunicación es el gran desafío de la humanidad. No tengo la menor duda. Todo lo malo y también lo bueno que nos sucede entre personas se debe a ella. En otro artículo, podría entrar a detallar el porqué sucede la mala comunicación entre humanos, que como todo es multifactorial; pero sin duda tiene unas bases que no podemos obviar. Hablarnos alejados de nuestra parte adulta y hacerlo desde el niño o el padre es la principal causa. Pero, como digo, esto dará para otro texto que muy a gusto os comunicaré en otra ocasión.

Ahora pongamos el foco en lo que denominamos la comunicación corporativa, aquella que sucede alrededor o en el interior de una empresa, y centrémonos, sobre todo, en esta última. La que muchas veces olvidan las corporaciones por pensar que lo importante es proyectar directamente hacia fuera con el claro objetivo de vender. Pero ¿quieres vender? Pues proyéctate primero hacia tu comunicación interna. Y hazlo bien. Ya no te digo con excelencia, sino bien.

Por tanto, las mejoras en comunicación deben empezar por dentro. Por estar bien con uno mismo, por conocerse las cosas buenas y malas, las mejorables y las que no se quieren o pueden mejorar. Y esto es aplicable a cualquier organización empresarial.

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¿Cuáles son estas mejoras comunicativas?

Internamente hablando, la comunicación debe romper con la jerarquización a la que toda la vida se había visto sometida para entrar en el nuevo paradigma de la horizontalidad, el cual tiene que ofrecer a los empleados un espacio de escucha activa para conocer su voz. Un espacio de charla bidireccional en el que la transparencia sea la norma. Esta acción, empática y asertiva, no es solo un gesto para con los empleados, sino también por el bien de la compañía, ya que solo así se podrán mejorar distintos aspectos. Además, si las personas están contentas, las organizaciones están contentas y eso termina llegando a los públicos externos. Es en este punto, en el que vemos la razón por la que es primordial construir una óptima comunicación interna para generar una externa que sea interesante para los interesados en la marca.

En este sentido, externamente, lo primero que se proyectará es una empresa cercana y trasparente, ya que, si la compañía da voz a sus empleados, transmitirá estos valores que tanto se tienen en cuenta hoy en día. Esto hará el mensaje más creíble y menos corporativista, al proceder este de una voz humana y no de un ente abstracto como es una empresa, en la que los públicos ven intereses directos en mostrar siempre lo mejor, incluso maquillando la realidad en pro del beneficio particular. Pero la voz de las personas que forman parte de la organización no son entendidas como interesadas, sino más bien como sinceras y veraces.

Por tanto, la comunicación se sustenta en cuatro pilares que valen igual para aplicarlos tanto interna como externamente: transparencia, coherencia, respeto y escucha. Si estos están presentes, la comunicación fluye sola.

¿Cómo proyectarse?

Aprovechemos las redes una vez tenemos trabajada esta esencia que hemos ido detallando. Sobre todo, LinkedIn, la red en la que tanto una organización como las personas que la forman pueden establecer una comunicación, tanto interna como externa, a un nivel muy profesional, creíble y honesto.

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En este sentido, la empresa debe promover los portavoces y embajadores, hasta el punto que sean los propios empleados los que de una manera natural y fluida compartan informaciones y novedades de la marca por la cual trabajan. Estas comunicaciones reforzarán la horizontalidad dentro de la compañía, a la vez que externamente se mostrará transparencia, consiguiendo que los públicos interesados perciban la marca como más humana, que es, al fin y al cabo, el objetivo prioritario que nos convertirá en mejores personas, por tanto, también, en mejores empresas. Ser más humano. No existe, hasta la fecha, un reto comunicativo más grande.

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Nuestra comunicación más humana

Ser humano. ¿Hay algo más maravilloso? Durante este último año y tras todo lo que ha supuesto la pandemia, be shared ha dado un paso más. Quizá el más importante hasta la fecha. Y no se trata de que haya conseguido nuevos clientes, ni más facturación ni algún premio de branding. No. El paso que ha dado en firme nuestra consultora ha sido hacia la plena humanidad. Pero, ¿qué significa esto?

Los que seguís a be shared, habréis visto desde hace unos meses que un mensaje está destacando por encima de cualquier otro: Cultura de la Comunicación Humana. Tres palabras preciosas que juntas crean una idea magnífica que hemos decidido proyectar y ampliar entre nuestros públicos para transmitir que la persona debe ser protagonista, sea en el ámbito que sea; también en el laboral.

campaña solidaria Be shared

Orgullosos de esta nueva manera de ser, pensar y hacer, nos disponíamos a encarar las Navidades. Entonces, tocaba reflexionar sobre cómo podíamos aprovechar fechas tan señaladas para transmitir este concepto tan humano que le hemos dado a la comunicación. Y la respuesta la teníamos delante de nosotros: ser humano. Dejaríamos de lado creativas campañas, textos disruptivos o vídeos que parecen superproducciones. Este año felicitaríamos la Navidad de verdad. De una manera real, directa y comprometida. De la forma más humana posible: colaborando con una fundación. ¿Se os ocurre una cultura comunicacional más humana?

Y así lo hicimos. Nos pusimos manos a la obra y decidimos que ayudaríamos a una organización local, sin excesivos recursos y que fuera muy cercana a la realidad del momento. Entonces dimos con Fundación Arsis, una entidad que tiene la misión de ayudar a los grupos más vulnerables mediante acogida, atención directa y educación. Nos conocimos y nos recibieron con los brazos abiertos. Conectamos a la primera, con humanidad, y lo tuvimos claro: nos sumaríamos a su campaña “Navidad Solidaria”, con el objetivo de conseguir 100 lotes navideños para 100 familias. Campaña que en estos momentos está en marcha y con la que se puede seguir colaborando a través de una donación de 30€ al número de cuenta: ES19 2100 0859 2102 0050 1719 añadiendo el concepto: #bechristmas. Una acción de generosidad muy necesaria en estos tiempos, en los que la demanda de alimentos ha crecido un 30% y las donaciones se han reducido a la mitad respecto al pasado año.

fundacion arsis Barcelona

Pero nuestra colaboración con Fundación Arsis no terminará aquí. Porque desde be shared creemos que la ayuda debe ser continuada y comprometida, y no solo en momentos puntuales. Por eso, de ahora en adelante, iremos de la mano con esta entidad que en su día a día enfoca su acción en tres líneas: pobreza, empleo y ayuda a las familias y la infancia.

Estamos muy contentos de estar realmente cerca de las personas, sobre todo de las que más lo necesitan. Porque si en 2021 empezamos a poner nuestro granito de arena en hacer más humanas las empresas, ¿por qué no intentar ahora impulsar a la sociedad a ser más humana a través de la solidaridad y el ejemplo?

Sin duda, dar es el mejor camino, el más humano.

Muchas gracias por colaborar.

que es el cuidado digital

Cuidado con el cuidado digital

Cuidarse está de moda. Quizá sea solo una sensación superflua debido a la constante exposición a la que nos regalamos en las redes sociales, pero sin duda, el cuidado es uno de los mainstreams que ha ido creciendo exponencialmente en la última década (casualmente, o causalmente, a la vez que las redes sociales se volvían más protagonistas en nuestro día a día).

Cuidarse es, a priori, algo sano y que nos acerca al bienestar. Es un concepto que suena bien y que cuando uno se lo comunica a otro que lo está llevando a cabo, este último suele darle la enhorabuena y cierra la felicitación con un “yo también debería hacerlo”.

Por tanto, parece bastante claro que el verbo “cuidar” (“mirar por la propia salud, darse buena vida”, en su cuarta excepción en la RAE) es algo positivo y que transmite buenas vibraciones entre el entorno. Entonces, ¿por qué no nos cuidamos más?

¡Cuidado! No me he dispuesto a escribir este artículo para animar a la gente a que se trate mejor, ni mucho menos, aunque nunca está de más que este mensaje llegue. Realmente, estas líneas las quiero dedicar a empujar a las marcas a que se cuiden digitalmente, y que lo hagan de la mejor manera posible.

Cuidar lo que uno es, es importante. Primero, para uno mismo y luego para con los demás. Y, no nos engañemos, sobre todo si hay un interés comercial de por medio. Un apunte que no intenta rendirse ante el monstruo consumista y capitalista, sino que simplemente acepta que en este mundo del negocio es importante darse a conocer de la mejor manera ante el público, para así sostenerse.

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Como marca, cuídate de dos cosas antes de lanzarte digitalmente a darte a conocer. Primero, de saber cuál es tu porqué, quién eres, qué buscas, dónde vas y con quién te conviene relacionarte. Es lo que vendría a ser un trabajo, tan de moda también, de crecimiento personal, aunque en este caso empresarial (pero no olvides que las empresas están formadas por personas). Lo que se suele catalogar como valores, misión y visión. Y, por favor, no tires de tópicos de tu sector. Intenta buscar tu auténtica razón de ser, porque si profundizas encontrarás cosas maravillosas que quizá habías dejado pasar por alto. Date valor. Este es uno de los puntos fuertes del autocuidado.

Conocer a fondo el entorno permite a las marcas mejorar su cuidado digital

Descuida el segundo paso a realizar si no quieres progresar. En caso contrario, aplícatelo bien: conoce a fondo a tu entorno, aquel público interesado en ti o que podría estarlo. Conoce a todas aquellas personas o marcas que comparten contigo intereses e inquietudes, a las que sientas que puedes aportar algo y viceversa. ¡Qué bello es retroalimentarse!

Cuidadosamente, cuando ya te hayas conocido, solo entonces, estarás preparada como marca para salir al exterior. Es ese momento en el que te sentirás fuerte para interactuar con tus públicos y tus potenciales clientes, porque sabrás qué decirles sobre ti e incluso les podrás hablar de ellos a través de tus valores, ¿por qué no?

Cuidadín… que quizá eres de los míos y no te gustan en exceso los anglicanismos, pero todo esto que te he ido relatando se podría resumir en dos palabras muy en boga: branding digital. Eso es: cuidar tu marca en las redes sociales. Y este concepto no debe confundirse con un tipo de cuidado que también se lleva a cabo, tanto personal como empresarialmente en los últimos tiempos, en este proceso de digitalización en el que estamos inmersos. Ese cuidado con el que debe irse con cuidado, porque en el fondo es todo lo contrario, es uno que se dirige a mostrarse al otro sin pasar por uno mismo. A comunicar de cualquier manera todo lo maravilloso que uno es y todo lo que te aportará si lo compras, vendiendo humo y valores sin ton ni son con el único objeto de engrosar a final de mes la caja registradora.

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Con este tipo de cuidado, sucede que el cliente se siente seducido de primeras por unas estrategias que le cautivan para luego entrar, en muchas ocasiones, en una profunda decepción tras no encontrar lo que le prometían.

Cuidarse: Darse a conocer estando alineado con la propia esencia

Cuidado. Cuídate. Cuidarse de verdad es conocer realmente quién eres para así saber después qué puedes ofrecer al otro y comunicarlo de la manera más sana posible, sin tácticas ni técnicas. Solo con una estrategia: mostrar los valores y darse a conocer estando alineado con la propia esencia y sin presionar al público. Porque las relaciones humanas, empresariales y digitales que más duran son aquellas que crean lazos fuertes de unión; es decir, que llegan a conocer su razón de ser; y no aquellas que buscan un interés superficial que termina por destrozar cualquier vínculo.

Cuídate de verdad. Conócete, date a conocer con el único interés de que te conozcan, no de que te compren, y solo así te acabarán cuidando. El resto, es puro interés económico, efímero y te acabará convirtiendo en una marca poco valorada. Y, sin valor, no hay cuidado.

Más branding y menos marketing.

vida digital habitos ayuda hiperconexion permanente. Desconectar digitalmente pero con sentido

¿Adicción digital o vidafobia?

La hiperconexión digital no debería medirse por las veces que uno mira el teléfono, sino por las veces que no lo mira. De esta manera, el recuento sería más fácil para todos. Y no considero esta una premisa exagerada, sino la pura realidad.

Y es que en pleno siglo XXI y tras más de una década entre aparatos móviles inteligentes, redes sociales y aplicaciones de todo tipo, ya podemos reconocer que nuestra vida sucede en la palma de nuestra mano. “¡A buenas horas lo veis!”, pensarán con ironía las personas que practican la quiromancia.

Una vez aceptada la realidad, tras negar la mayor años y años, ya podemos abordar el problema como se merece. Y se merece mucho, porque es de gran magnitud. ¿No estaré siendo un poco amarillista? No, para nada.

La adicción que tenemos por lo digital ha sobrepasado los límites de nuestra vida, ya que hemos empezado a abandonar la cercana calidez de siempre y la hemos substituido por la del frío clic de ahora.

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¿Que qué supone esto? Un sinfín de cosas: alienación vital, mayor individualidad, alejarse de lo natural, comunicación deteriorada, problemas orgánicos por exposición a pantallas luminosas, impactos constantes para el cerebro, pérdida de atención y, sobre todo, un nuevo vicio donde canalizar problemas psicológicos de fondo. Con todo, hemos creado un estado digital que se ha apoderado de nosotros. Un estado que marca los ritmos, consiguiendo incluso sobreponerse a los ritmos circadianos naturales.

Para aprovechar lo mejor del ámbito digital, hace falta dar unos pasos al lado y salir del bucle inconsciente de hiperconexión permanente

Quizá todo esto que relato te suene apocalíptico y estés pensando que al final del artículo te invitaré a volver a las cavernas y a no tocar un móvil nunca más, pero no, no es así. Porque la realidad también es que esta tecnología nos ha traído muchas cosas buenas y que puede mejorar nuestro día a día, e incluso las relaciones humanas. Pero claro, para aprovechar lo mejor de lo digital, hace falta dar unos pasos al lado y salir del bucle inconsciente de hiperconexión permanente.

Entonces, ¿cómo conseguir ese equilibrio tan anhelado por el ser humano desde, por lo menos, tiempos de Aristóteles? Pues realmente, yo no tengo la respuesta ideal, ni mis consejos deben ser el libro de cabecera de nadie. Pero si crees que tu vida puede mejorar alejándote un poco de lo digital, te animo a leer y, por qué no, llevar a la práctica estos hábitos que a mí me están sirviendo. Y lo digo en presente porque sigo en ello y seguiré. Ahí van:

  1. Lo primero que debes hacer al despertarte es ir a ver el sol y lo último antes de dormir escuchar música o leer algo en papel, o bien observar la luna, claro.
  2. Cuando comas o cenes, sea con gente o solo, habla con ellos, saborea la comida o mira el techo de tu casa.
  3. En tus horas muertas, coge un libro, escribe, dibuja, piensa en cosas bellas, respira, haz crucigramas, practica deporte o ves a pasear.
  4. Cuando tengas que contarle algo a alguien, espera a verle en persona.
  5. Si vas a pasar el día fuera un domingo, por ejemplo, guarda en una mochila todos tus accesorios.
  6. Enseña las fotos de tu viaje en directo, no por redes.
  7. Levanta tu rostro y contempla los edificios de tu ciudad, la cara de la gente, las tienda, etc.

Ha llegado el momento de dar sentido a los consejos de desconexión digital

Curioso, ¿verdad? Si te fijas, no te he ofrecido ni un consejo en el que directamente te invito a apagar el teléfono o a no mirarlo, aunque en el fondo todos llevan ese consejo. Lo que he hecho es ponerte delante todo lo que te pierdes si sigues mirando la palma de tu mano y no levantas la cabeza para redescubrir que hay una vida maravillosa delante de ti. Simplemente, se trata de ser consciente de la inconsciencia y volver a valorar lo de siempre. Ha llegado el momento de dar un sentido a todos esos consejos de desconexión digital, vislumbrando todo lo que ganamos conectando con lo natural.

desconexion digital

Porque empiezo a pensar que, quizás, más que nomofobia (miedo a no tener el móvil), lo que realmente tenemos es vidafobia. Eso es, miedo a la vida; por eso nos escudamos, cual vía de escape, en un aparato que a priori nos hace la vida más fácil, pero que a la larga la hace mucho más vacía.

Te invito a darle la vuelta a la solución y a encontrarla en todo lo que nos ofrece la existencia, en vez de prohibir el uso del teléfono sin sentido alguno. Solo así conseguiremos disfrutar de lo digital y, ante todo, de lo vital como nos conviene.

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¿Están las personas en el centro de la transformación cultural de las empresas?

Cultura empresarial de moneda de 25 pesetas

La más curiosa de las monedas que tuvimos entre nuestras manos hasta hace veinte años fue, seguramente, la de 25 pesetas. Pequeña y dorada, se distinguía de las otras por su agujero en medio, el cual permitía identificarla con un rápido golpe de vista. Este recuerdo, quizá nostálgico para muchos, lo recuperé hace unos días como metáfora de lo que quiero abordar en las siguientes líneas.

Me encontraba yo corriendo a la luz del día cuando un pensamiento sobre los modelos empresariales actuales se convirtió en una larga reflexión. Suerte que dicen que el deporte sirve, entre muchas otras cosas, para desconectar. En mi caso, creo que para reconectar. Matices personales a parte, la cuestión es que me sumergí en la gestión que hoy en día se hace en muchas organizaciones, tanto de los equipos como de las personas que en ellas trabajan, y fue entonces cuando me vino a la mente una moneda de 25 pesetas. Pero, ¿por qué?

En un posterior análisis, pude entender el porqué se apoderó de mi cerebro esa imagen. Veamos. Una moneda representa el capital, que es la razón de ser de las empresas y del trabajo en sí. Hasta aquí parece todo muy lógico. Pero, ¿por qué específicamente esa moneda con el agujero en medio? Pensé y pensé. Pensé tanto que ya había llegado de correr e incluso me había duchado. Y, al final, caí. Y no por el agujero de esa moneda, pero casi.

El agujero representa el vacío que acompaña a muchas empresas. Alrededor de ese vacío todo es dinero, pero en el centro, en lo importante, no hay nada. Hay vacío. Porque cuando el dinero es el que lo cubre todo, al final origina ese espacio que representa la nada. Nada de propósitos humanos, sociales o medioambientales.

Por tanto, la moneda de 25 pesetas como símbolo de una cultura empresarial demasiado protagonista todavía: alejada de sus trabajadores, incluso de sus clientes, con el único objetivo de generar y generar más oro; hasta el punto de que la avaricia lleva a anteponer cualquier acción monetaria por delante de una humanitaria. ¿No os produce vacío todo esto?

Espero que las sirenas que suenan sobre la transformación cultural de las empresas, en la que los liderazgos horizontales y la sostenibilidad quieren situar la persona y las buenas acciones en el centro, no sea en vano. De momento, en el centro seguimos teniendo una vacuidad que por mucho oro que se produzca, jamás se podrá rellenar, porque cuando la misión y la visión son don dinero, los valores no son nada. Bueno sí, el valor de cada moneda generada. La nada.

Y mira que era chula la moneda de 25 pesetas.

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Yo X Ti… Este Sant Jordi conectaría las redes digitales a nuestras acciones emocionales

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Te enviaría mensajes motivadores en LinkedIn
Porque dar motivos para la acción es uno de los mayores tesoros que alguien que te aprecia puede regalarte.

 

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Compartiría rosas en Instagram
Porque es de valorar que alguien se acuerde de ti a través de una hermosa fotografía en la red social donde la autoimagen es la protagonista.

 

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Bailaría con dragones en Tik Tok
Porque no hay acto de valentía más grande que el de una persona que se enfrenta a sus miedos públicamente para decirte lo que te quiere.

 

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Escribía versos de amor en Twitter
Porque debes tener siempre cerca a aquellos seres humanos capaces de convertir tóxicos caracteres en bella poesía.

 

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Actualizaría mi situación sentimental en Facebook
Porque la sinceridad es una virtud que en el mundo de las redes sociales ha quedado en un segundo plano.

 

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Notificaciones vacías en el teléfono móvil

El reloj marcaba las doce y cinco minutos. Se dio cuenta que llevaba prácticamente una hora pasando fotos en Tinder buscando ese match que le alegrara la noche. De fondo, tenía la televisión encendida, pero no sabía ni lo que estaban echando. Cerró la app de ligar e intentó centrarse en la caja tonta. El intento duró tres minutos. Los mismos que tardó en volver a abrir la aplicación para sumergirse en la dinámica de siempre. «Uy, ya es casi la una… ¡A dormir!», exclamó en voz alta.

Se despertó, como cada mañana, con la alarma del móvil. Siempre la apagaba y esperaba que volviera a sonar tras los cuatro minutos de prórroga que él mismo se regalaba. Pasaban volando, como todo en esta vida. Últimamente, amanecía con un pensamiento recurrente: «¿Tendré muchos mensajes en WhatsApp?». Es lo primero que comprobaba. Activaba la wifi del teléfono y se preparaba para deleitarse con ese sonido que ofrecen las notificaciones. Generalmente, recibía bastantes, lo que le provocaba una leve sonrisa que le ayudaba a encarar el día con mayor alegría. O eso creía. Pero ese día no sonó nada. Ese día hubo un silencio que lo percibió como horrible.

Rápidamente fue a comprobar que la conexión funcionara bien. Y así era. Internet iba correctamente en su smartphone de mil cien euros. Con ese precio, solo faltaría, solían decirle sus allegados. Entró a otras aplicaciones para ver si tenía algún mensaje, pero nada. Ni Twitter, ni Instagram, ni Tik Tok, ni Telegram. Tampoco había recibido ningún correo electrónico. Eran ya las nueve de la mañana y no entendía nada. Llevaba media hora dándole vueltas al asunto y no conseguía entender qué sucedía. Había escrito en varios grupos, pero nadie respondía. Sentía un vacío que cada vez se hacía más y más grande.

No se había duchado ni desayunado. El reloj seguía corriendo y en diez minutos tenía que estar en la universidad. Se planteó no ir a clase. Necesitaba resolver esa situación que tanto le angustiaba. Finalmente, decidió llamar a su hermana para preguntarle si sucedía algo. Le daba cierto reparo, por miedo a parecer un adicto a las redes, pero necesitaba hacerlo.

—Dime Jorge —respondió directamente su hermana.

—¡Hola! ¿Qué tal? Oye, que te iba a decir, ¿a ti te va bien el WhatsApp y todo eso? —preguntó él aparentando poca preocupación.

—Diría que sí…lo he mirado hace cinco minutos y ningún problema. ¿Hay una caída mundial de esas o qué?

—Ah no, no. Es que como no recibo mensajes ni nadie contesta a los míos… Quizá sea algo de mi teléfono, no sé.

—Ya, entiendo. Ahora te envío uno vale…oye, te dejo que tengo una reunión. Hablamos.

—De acuerdo. Que tengas buen día. Y gracias.

La llamada no le había calmado el estrés generado. Ya debería de estar en la Uni. Llegaría tarde, pero decidió ir. Todo el trayecto en moto fue pensando en lo que estaba sucediéndole. En cada semáforo comprobaba si había recibido alguna notificación. Nada. Nada de nada. Tenía ganas de llegar a clase y hablarlo con sus amigos. Seguro que allí daría con la solución.

Abrió la puerta sigilosamente, sabedor que pasaban doce minutos de la hora. Además, tocaba, curiosamente, la asignatura de “Análisis de nuevas tecnologías”, la cual la daba un profesor bastante borde. Al entrar, todos sus compañeros y compañeras miraban fijamente a la pizarra. El docente, también. En ella, había una pregunta en mayúsculas: “¿Cómo te estás sintiendo hoy, Jorge?”.

Se quedó helado. Todavía entendía menos todo lo que estaba viviendo. Hasta que una notificación, por fin, sonó. Rápidamente, cogió el teléfono y halló la solución a todo lo que pasaba. Su hermana le había enviado un SMS.

“Espero que esto te ayude a ser consciente de todo lo que te estás perdiendo. Eres demasiado grande para que tu vida se reduzca, solamente, a un palmo de pantalla”.

Tras leerlo, Jorge desconectó los datos y guardó su teléfono en el bolsillo. Se sentó y por primera vez desde hacía mucho tiempo disfrutó al cien por cien de una clase. Incluso el maestro le pareció agradable.

Días después, aunque algo avergonzado, decidió hablar con ese mismo profesor. Sabía que le podía orientar para mejorar la gestión de la hiperconexión que sufría y que le impedía disfrutar de la vida como él deseaba.

«Cuestión de poner el foco en lo realmente importante». Con esta sentencia solía cerrar sus clases magistrales. Habían pasado diez años desde aquel episodio catártico que le ayudó a liberarse de la obsesión por Internet. Ahora, Jorge, tras varias formaciones y mucho trabajo interno a base de hábito y perseverancia, se había especializado en promover prácticas saludables digitales. Lo que él llamaba “la dieta digital”. Su propia experiencia le había permitido empatizar con las personas que sufrían una mala praxis en el uso de las redes y, además, se sentía capacitado para ayudarlas. Para él, era un bonito proceso transformador, también propio, ya que estas formaciones le facilitaban seguir disfrutando del mundo digital de una manera adecuada.

Un día, tras una de sus conferencias, se le acercó alguien del público. No supo quién era hasta que esa persona pronunció las siguientes palabras: «¿Cómo te estás sintiendo hoy, Jorge?». Era su profesor. Su profesor en mayúsculas. La persona que le dio los consejos que le habían llevado, en gran parte, a ser el que era ahora. Charlaron sobre la vida, sobre Internet y sobre ellos. Se emocionaron juntos y cerraron el encuentro con un selfi. Antes, pero, con una petición por parte del maestro.

—No lo subas a las redes, por favor.

—¿De verdad? —reaccionó Jorge sorprendido.

—Prefiero que quede solo en nuestro recuerdo. Además, estoy muy mayor y no quiero que tus seguidores te den likes por lástima —sentenció el maestro.

Se rieron juntos. Luego, se hicieron la fotografía y se despidieron. Jorge respetó la voluntad de su profesor. Por mucha ilusión que le hiciera publicar esa imagen, debía contenerse. El respeto a la intimidad era una de las bases de la buena gestión en redes. Así lo explicaba en sus sesiones y así lo recordaba cada mañana antes de mirar sus notificaciones, siempre una hora después de despertarse. Los mensajes del móvil podían esperar.

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Céntrate en la persona

La persona en el centro es el nuevo mainstream de muchas empresas. Pero, realmente, ¿saben qué supone eso? Tengo la sensación que en los últimos tiempos está volviendo aquella sentencia de antaño, pero muy de antaño, de «todo por el pueblo pero sin el pueblo». Así que creo que seguimos estancados en épocas de despotismo; eso sí, ilustrado.

Porque poner a la persona en el centro no es hacer acciones para ella. No. Poner la persona en el centro de tus acciones es saber qué quiere esa persona. Algo tan fácil como preguntarle, interesarse por sus inquietudes y empoderarla. Hacerla sentir protagonista de sus circunstancias.

Esta actitud, porque al final casi todo en esta vida es cuestión de actitud, se puede aplicar tanto a trabajadores como a clientes. Incluso a jefes. Porque situar a la persona en el centro es el primer paso de la horizontalidad, la cual conlleva valores y virtudes que fortalecen vínculos humanos, como son la tolerancia, la comprensión, el respeto y la escucha activa. Al final, es una simple cuestión de humanizar la comunicación y dotarla de sentido, tan común como práctico.

Así que ponte el traje del hábito y la constancia y lánzate a comunicar. Pero recuerda: no vale con comunicar que piensas en la persona. Porque lo esencial es pensar con ella. Por tanto, primero acércate, en vez de querer acercarla a otros. Genera comunicación bidireccional sincera. Y una vez descubras lo que le conviene, toma medidas en ese sentido. Entonces, ahora sí, podrás decir abiertamente que sitúas a la persona en el centro. Era tan fácil como preguntarle. ¿No te parece?

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Comunica (con) tu esencia

Dicen que una coma lo cambia todo. Es posible. Pero ojo con la capacidad que tiene una preposición para situarnos en un escenario catártico inesperado. Véase sino el título de este artículo, que sostiene entre paréntesis la magia de toda buena comunicación.

Sucede que en los últimos tiempos se aconseja mucho aquello de que es necesario comunicar la esencia de tu marca. El público debe conocer tus valores y virtudes de una manera clara, directa y cercana para así alinearse con ellos e ir creando comunidad. Hasta aquí todo perfecto. Discurso aprendido, incluso aprehendido, aunque muchas veces no aplicado, ya que las palabras se las lleva el viento, que dice el refranero popular. Llegados a este punto, imagino que el lector debe pensar que voy a criticar esta tendencia actual tan esencial, nunca mejor dicho. Pero no, no lo haré, en parte. Porque solo la matizaré.

La buena comunicación, que en el fondo es la más creativa, y por ende efectiva, es aquella que no dice lo que es tu marca, sino que lo transmite. Por eso, para comunicar tu esencia, antes debes comunicar con ella. Bueno; antes, durante y después. Y es que los mejores mensajes se consiguen diciendo lo magnífico que uno es, pero sin decirlo. Porque en el caso de que sea cierto, ya te lo dirá tu público y así conseguirás que tu esencia se transmita de una manera bidireccional, dándole así un valor incalculable. Por eso, es importante que tu esencia se vehicule a través de un mensaje construido con ella, y no hablando directamente de ella.

¿Cómo transmitir mejor cuando comunico?

Para entenderlo mejor, pongamos un claro ejemplo cotidiano. Vuelves de un viaje en el que te lo has pasado de maravilla, y te preguntan cómo ha ido. Tú, algo cansado, respondes que “fantásticamente bien”. A priori, estás plasmando en palabras un resumen perfecto que no debe hacer dudar a tu interlocutor. Pero no olvides que los seres humanos no somos máquinas y, como tal, sentimos, razonamos e intuimos. Así que, seguramente, esas palabras no convenzan a la persona en cuestión y le surja la incertidumbre, uno de los peores enemigos de la comunicación. Por tanto, para despejar dudas sería más idónea la siguiente respuesta: “Pues ya me ves, agotado de tantas experiencias únicas e inexplicables”.

Incluso usando un término negativo como agotado, y ninguno excesivamente positivo, hemos conseguidos transmitir mejor la esencia del viaje que en la anterior respuesta. ¿Por qué? Porque en pocas palabras hemos positivizado una imagen que podía transmitir negatividad (el cansancio) y además no hemos abusado de términos típicos y tópicos (“fantásticamente bien” lo hemos cambiado por “únicas e inexplicables”). Consecuentemente, hemos transmitido un clima más real y que además puede llevar a nuestro público a interesarse mucho más por nosotros.

Si repasáis varias veces estos dos ejemplos, veréis que la diferencia radica en la esencia con la que hemos envuelto las palabras. A esa capacidad para transmitir lo que somos o sentimos, en vez de decirlo directamente. Porque en el fondo, comunicar con la esencia señala la diferencia entre una marca que cree en lo que vende o solo vende lo que cree. Por tanto, sugiero que no digáis lo que sois, sino que lo expreséis sin decirlo para que lo digan los otros. Inspirad respuestas, no las dirijáis.

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