Siempre que hablo de proyectos, ya sea en el ámbito personal o profesional, cuando las personas involucradas se encuentran en ese momento de mirarse a los ojos y decidir si destinan esfuerzos y recursos a hacerlo, recurro a la misma frase: La diferencia entre hacerlo y no hacerlo es hacerlo.
Parece de Perogrullo, pero nada más lejos de la realidad. El tremendo abismo de las ideas perdidas se nutre de la falta de voluntad. El terreno de lo posible, sin embargo, lo abona la iniciativa. En ese sentido la comunicación corporativa, tanto interna como externa, ha experimentado cambios sustanciales tras el impacto de la pandemia, que sugieren impulsar iniciativas de transformación en términos más humanos.
¿Es baladí el término humano? ¿Es una etiqueta de un ecosistema económico que engulle y degluta etiquetas constantemente? La respuesta es no. Las organizaciones y las personas, después de dos años de dura pandemia, han adquirido conciencia de las cosas fundamentales de la vida. Y entre esas “cosas”, esa palabra tan abstracta, se encuentra aparcar lo superfluo, las ansiedades, las vanidades y las preocupaciones realmente evitables, y centrarnos en lo esencial: la autorrealización profesional, la felicidad dentro del entorno el trabajo y el equilibrio con el medio y las personas que nos rodean.
Este propósito, que parece de calado puramente existencial, comienza con una acción mínima y termina siendo pura ciencia. De ahí recupero la idea iniciática, para comunicar más humanamente, la primera premisa es querer hacerlo. Si transformamos las organizaciones comunicando de forma más sensible, más conciliable, más empática y más eficiente, al final la hacemos más humana. Por lo demás, para llevarlo a cabo en grandes organizaciones considero también importante:
Empieza por algo visible y que deje ganas de más
Que tu primera acción retumbe en la organización, que sea original, atrevida y pedagógica, pero tampoco requiera ni demasiado esfuerzo de terceros ni demasiados recursos. Empieza por lo simbólico y por algo que sea realmente posible. Así habrá más personas que quieran formar parte del cambio.
Cambio paulatino y en espiral
Con respecto a ese cambio, no empieces en tu organización cambiando de arriba abajo todas las comunicaciones. Podría causar vértigo y rechazo entre quienes tienen resistencia al cambio. Mejor seducirles y que se involucren que asustarlos. Empieza desde el centro con personas de tu confianza y sigue en espiral, transfiriendo esa intención de comunicar mejor.
Be authentic
También podemos decir, habla con sinceridad. De nada sirve hablar de que tu organización es humana si tu organización no es humana, que es sostenible si no es sostenible, que es igualitaria si no lo es. Sobra decirlo, pero no se puede presumir de lo que no eres. Si aún no lo eres, trabaja en silencio para serlo y espera tu momento.
Agrega el valor del gesto
En ese sentido, basta con repasar todas tus comunicaciones, a públicos externos y a públicos internos, e inyectarle empatía. Pasar del típico mail de “hola, aquí tienes el pdf” a “Buenos días, espero que hayas tenido una buena semana, te adjunto el pdf, cualquier consulta estoy a tu disposición. Que tengas feliz jornada”. Es una acción, pero dice mucho.
Busca alianzas
Nadie impulsa un cambio real por sí solo, requiere de complicidades y el esfuerzo de varias personas. Busca perfiles que puedan agregar valor a la propuesta, que tengan una mirada transversal o específica. No temas pedir colaboración.
Y sobre todo… configura un método
Configura un método que se amolde a tu organización, a su número de personas, al ritmo de trabajo y su idiosincrasia. Que tenga objetivos viables. De nada sirve un plan idílico si no hay una metodología precisa para ponerlo en práctica.
No nos dejes con la intriga, ¿y tú? ¿Qué más añadirías para impulsar una comunicación más humana en tu empresa?