“En el pasado, eras lo que tenías. Ahora eres lo que compartes”. No puedo estar más de acuerdo con esta reflexión del experto en redes sociales, Godfried Bogaard que bien podría ser miembro de be shared por analogía con sus palabras.
Ante esta innegable realidad, cada vez se hace más necesario contar con una identidad digital fuerte, capaz de hacernos visibles en un ‘mar de identidades digitales’ donde es fácil convertirse en un ‘pez’ diminuto e invisible.
Y esto no es un comentario banal: LinkedIn ya ha alcanzado los mil millones de usuarios activos, o lo que es lo mismo; una octava parte de los habitantes del planeta tienen presencia en esta plataforma. Esta cifra es solo la consecuencia natural de llevar más de veinte años al servicio de los profesionales que reclaman visibilidad en el ecosistema online.
La identidad digital es, sencillamente, la proyección online de nuestra identidad física. Del mismo modo que nuestros comportamientos, acciones o manera de interactuar con los demás definen nuestra personalidad, también somos todos los likes, posts o reshare que realizamos en redes sociales. Ni más ni menos.
Teniendo esto en cuenta, es lógico llegar a la conclusión de que habría que pensarse dos y tres veces cada acción que llevamos a cabo en Internet, siendo más conscientes de hasta qué punto nuestra reputación está directamente ligada a la actividad online. Y en efecto es así: somos causa y consecuencia de cómo nos movemos en la Red y de ello depende nuestra propia huella digital.
¿Cómo empezar a trabajar la Identidad 2.0?
Independientemente de si eres una persona o una compañía, es imprescindible trazar un plan de acción para proyectar una identidad digital sólida y creíble que repercuta en positivo en la reputación de tu marca. Porque es así: en la era digital no hay distinción entre marcas personales y corporativas, todos somos una marca, un producto digital que requiere una estrategia para aprovechar al máximo su potencial de ‘venta’.
Los canales digitales, especialmente LinkedIn, se han convertido en grandes aliados para proyectar nuestra identidad digital. Estos son algunos de los consejos que ya están aplicando las compañías y marcas personales que están triunfando en esta plataforma:
- Nutre tu perfil con contenido de valor. Los usuarios de LinkedIn son profesionales que reclaman contenido de calidad. Contar con un perfil en el que se publica contenido interesante es un buen reclamo para captar la atención de tus seguidores.
- Sé consistente en las publicaciones. De poco sirve crear posts muy trabajados si no hay una frecuencia de publicación constante y estratégica. Publicar de manera regular es esencial para que el algoritmo identifique que se trata de un perfil activo.
- Otorga importancia al componente visual. Contar con un perfil atractivo a nivel visual hace que las posibilidades de que los usuarios recurran a él se multipliquen. Pese a que Instagram sea la red social de la imagen por excelencia, este componente gana cada vez más peso en LinkedIn, de ahí la necesidad de contar con una imagen de perfil que proyecte profesionalidad.
- Transmite de manera clara tu expertise. LinkedIn es la mejor tarjeta de presentación que existe en la actualidad. Siendo conscientes de su potencial, es importante transmitir de manera clara y ordenada nuestra trayectoria profesional y académica, así como las habilidades más destacadas.
- Presta atención a la escucha digital. Transmitir amabilidad, reaccionar cuando recibimos un comentario, felicitar ascensos profesionales… Estos son simples gestos que dicen mucho de nosotros y nuestra cortesía digital. No podemos olvidar que al otro lado de los dígitos hay personas reales que valoran sentirse atendidas y escuchadas.
Más allá de la propia identidad digital
No sería justo terminar este artículo sin hacer mención a la figura de los influencers virtuales, un fenómeno que ha irrumpido con fuerza en los últimos tiempos y que está cambiando las reglas del juego.
Ante esta nueva realidad, los influencers de ‘carne y hueso’ están apostando por reforzar su identidad digital, dotando sus canales digitales de contenidos que proyectan el lado más humano de su marca. Y es que, a fin de cuentas, aún no se ha inventado (y dudo que llegue a inventarse) una herramienta de marketing capaz de sustituir el potencial de la comunicación humana.