Comunicación | Jordi Santamaría

Comunicación | Jordi Santamaría

Cómo enamorar a tus públicos a través de la comunicación corporativa

No todo en comunicación es un flechazo disruptivo y viral. A veces, el auténtico mérito está en el cuidado constante

Hoy es San Valentín. Un día en el que gran parte del mundo (el real y el digital) se recuerda lo mucho que se quiere y lo que esa media naranja significa para él. Siempre es bello y positivo que el amor irradie nuestra existencia y todavía más a nivel global. Seguro que, aunque sea durante este 14 de febrero, todos somos un poco mejores, porque cuando comunicamos emociones positivas siempre se generan sensaciones que nos hacen más humanos.

Dicho esto, vamos con la crítica. No la crítica al enamoramiento, ni al amor (cuán importante es tener claro que estos dos términos no significan para nada lo mismo), ni a las relaciones de pareja (hoy en día concebidas en varios formatos, más allá de la tradicional familia). Vamos a aprovechar, desde estas líneas, para meter el dedo en la llaga en la manera en la que las organizaciones gestionan la comunicación para atraer a sus públicos, más allá del día de San Valentín, claro.

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Para entender fácilmente en qué quiero centrarme, es importante que aclare la diferencia existente entre el enamoramiento y el amor. Entre el flechazo irracional e inexplicable y la conexión madura y repleta de sentido común. Es cierto que ambas fases tienen un gran mérito, ya que es de valorar que una marca consiga, sin ser nada, tener la atención de un público que, además, cada vez tiene más inputs y ofertas.

Por eso, no quiero desprestigiar cualquier acción comunicativa inicial de captación de públicos, ya que tiene un arduo trabajo detrás. Pero no considero relevante centrarme en ello, porque se trata de una acción que las empresas dan por hecho que deben hacer, que se la tienen que trabajar y que están altamente ilusionadas en lanzar una campaña de salida que tenga un gran éxito y consiga ser viral.

Todo eso está muy bien, pero creo que puedo aportar más si pongo el foco en otra comunicación. En la del día a día. La constante. La regular. Aquella que no tiende a bajar los brazos y que si los baja, encontrará algún momento para volverlos a levantar. Esta es la comunicación que tiene que ver con el amor, que es, como comentaba más arriba, la madurez del enamoramiento. Una madurez que, a menudo, las marcas olvidan, ya sea por desconocimiento, dejadez o por poca empatía. Hay varios motivos para caer en el error de que, con el enamoramiento, con ese flechazo inicial, ya se tiene enamorado al público de por vida. Y aquí radica mi crítica.

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Y aquí mi posible solución. Para tener enamorados a diario a tus públicos como el primer día es importantísima esta receta:

  1. Escucharlos, no sólo pedir que te escuchen.
  2. Interesarse por sus gustos, problemas y virtudes.
  3. Aceptar sus críticas.
  4. Hablarles desde la parte adulta, y no tratarlos como niños ni tampoco como si siempre tuvieran la razón.
  5. Ser detallista con ellos, y no solo en días puntuales como hoy, San Valentín.
  6. Ser agradecido con sus gestos y acciones hacia nosotros.
  7. Entender que pueden tener épocas en las que se alejen de nosotros y se acerquen a otras marcas. Fuera rencores y comparaciones.
  8. Hacer cosas juntos, más allá de lo digital.
  9. Ser transparente cuando haya cambios.
  10. Asumir los errores.

Con estos diez aspectos, y seguro que alguno más, una marca podrá conseguir una relación de amor sana y fuerte con sus públicos. Porque, al final, más allá de la originalidad comunicativa y de las grandes palabras, lo que las personas queremos es sentirnos cuidados de manera constante. Y esto, que es la base del amor, solo se consigue con una actitud proactiva que nos lleve a ocuparnos a diario de esas personas tan importantes que dan un gran sentido a nuestra existencia.

Por eso, para enamorar a tus públicos, hay que currarse el amor, es decir: construir a base de trabajo un discurso con ellos y para ellos que sea capaz de mantener esa pequeña ilusión que mantiene una relación que a los dos aporta un beneficio que es difícil de romper. Al final, como casi todo en esta vida, se trata de hábito, hábito y más hábito.

Dicho esto, os deseo que tengáis muchos enamoramientos, pero sobre todo, un exceso de amor. Un sentimiento o, más bien, una manera de entender las relaciones humanas que nunca sobra. Incluso quizás no es que sobre, es que realmente falta en un mundo, también el comunicativo, en el que a veces pensamos que el quererse se da por hecho, pero este debe demostrarse continuamente. Sin necesidad de grandes acciones vacías de interés. Más bien al contrario: pequeños gestos llenos de verdad.

Mucho amor.

Jordi Santamaría

Director del Área Humanidad